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La ansiedad por la incertidumbre de cada día nos lleva a perder el eje del “aquí y ahora”, que es la única realidad en la que podemos operar.

Abrir el corazón para ir al fondo de mí y de mis pacientes representa un acto de humildad en donde aceptamos que necesitamos ayuda, y desde ahí recibimos una nueva mirada profesional que permite crecer aprendiendo y colaborando mejor con los pacientes.